A estas horas de la noche, cuando aún no es noche pero tampoco es día, el vaivén de la ciudad me envuelve en su silencio. Un silencio sonoro que transporta los ecos mudos de una ciudad que no para, que no descansa. Las hojas de los árboles bailando con el viento. Los autobuses vagando por la ciudad con un horario establecido, como meretrices en jornada laboral. Transeuntes que vuelven a casa; quizás cansados, quizás embriagados. Mientras todo pasa el viento me azota la cara y comienza a despejar mis dudas, esas que escondo en los recobecos que ni yo misma conozco. Y comienzo a embriagarme con el roce de sus manos.
Una voz masculina me altera el pensamiento. Pegado al teléfono desafía las leyes de la gravedad en contra de todo pronóstico, balbuceando a gritos palabras que caen sin quererlo. ¿Cuántos corazones rotos habrá en estos momentos vagando por la ciudad? Seguro que más de los que las calles puedan soportar. Viviendo en un desafío constante entre dolor y rutina, entre comodidad y deseo.
Es triste saber que hay más locos enamorados separados que parejas con amor. Otra paradoja más para la lista. La puta cabeza que siempre dice, "no lo hagas", mientras el corazón susurra siempre "inténtalo una vez más". Ante esto, como gente de razón que somos, seguimos lo debido y caemos en la rutina gastada, el sentir anodino, el vivir muerto. Caemos en lo establecido, una vez más, para no enfrentar con la cabeza bien alta aquello que es más grande que nosotros. Aquellos que te mata o te hace imbencible. Desgraciadamente eso es lo que sucede con las mejores cosas de la vida. Con las verdaderas apuestas de todo a uno. Que te sacan las entrañas o crean en vida el paraíso deseado. Pero nos faltan huevos. Nos faltan los huevos necesarios para hacernos daño, arrastrarnos por el suelo y caer en picado hacia esa verde colina. Porque las vistas desde la mesa de mi oficina también pueden tener su encanto, ¿no?
Mientras mi mente divaga en la razón del ser y la necesidad de tener me pierdo en lo que ella me dice. La ciudad, cálidad, con una brisa que huele a verano en esta casi madrugada de un jodido Abril que alguien me robó.

